domingo, 30 de mayo de 2010

LAS LEYES DE LA VIDA. LOS ANHELOS ESENCIALES DEL HOMBRE MODERNO

LAS LEYES DE LA VIDA. LOS ANHELOS ESENCIALES DEL HOMBRE MODERNO
"La vida ha de ser una pasión y no una costumbre"
1. las LEYES DE LA VIDA.
En nuestros estudios específicos siempre nos han ocu­pado y preocupado los principios DE LA guerra. Ellos pre­siden en la paz las previsiones impuestas por la seguridad aspirando a que en la guerra —siempre posible— se alcan­ce la victoria, que es el fin indubitable que determina la Estrategia General para la Nación y la Estrategia Militar para sus Fuerzas Armadas. Es sabido que la Política Na­cional determina para el País un esfuerzo sin pausa y sin prisa para su Desarrollo, así como un esfuerzo sin pausa y sin prisa para su Seguridad. Estos esfuerzos vitales es­tán encaminados a lograr la grandeza de la nacion Y LA FELICIDAD A QUE TIENEN DERECHO SUS HABITANTES. Como quiera que todo esfuerzo debe tener sus objetivos y su pla­neamiento subsiguiente —adonde ir y cómo ir—, esos ob­jetivos llamados nacionales han de impulsar la dinámica del quehacer integral para lograr aquella grandeza y bien­estar y aquella seguridad. Con la Política de Desarrollo ha de lograrse su preservación contra toda acción externa o interna que quiera malograrlos o mermarlos. Pero el fin último es la expresada grandeza potencial e integral y la felicidad individual y colectiva. Ese fin ha de alcanzarse en paz y armonía interna y externa. La historia de la hu­manidad, fuente insuperable de experiencias y enseñanzas, nos demuestra que muchas naciones se vieron obligadas a recurrir a la guerra por imposición de desvaríos internos o apetencias externas de potencias que no pudiendo alcan­zar sus objetivos con sus medios y esfuerzos han buscado en la agresión el camino para satisfacer su mera subsisten­cia o sus ambiciones. El pretexto es fácil encontrarlo; la historia lo atestigua. No hubo ni hay una moral interna­cional. Expresa Malthus que el crecimiento demográfico se duplica en un cuarto de siglo y la producción de mate­rias primas no logra esa proporción lo que nos lleva a in­ferir que no. es utópica la predicción de que en el futuro las grandes potencias se incautarán de los bienes de con­sumo de los países débiles dando vigencia a la ley de la selva que sentencia "Quilla leo sum dominare te" (Porque soy león te quiero dominar)... Es evidente que nuestra tradición y nuestros objetivos son lograr pacíficamente el designio nacional. Los ejércitos nacionales fueron liberta­dores y no conquistadores. No sólo hemos respetado el de­recho de los pueblos a lograr su libertad e independencia sino que los hemos ayudado en su legítima demanda. Al­canzar la plena vigencia de los principios de la vida y la realización de los anhelos, nobles y justos, del hombre ar­gentino y, por ende de nuestros hermanos de Indo América, ha sido nuestra vocación y es nuestro destino. De tal modo resulta indubitable que dichos principios y anhelos se ante­ponen y prevalecen sobre los principios de la guerra. La paz es el medio y el ambiente insuperable para que tengan lugar las leyes naturales y, aún la guerra, se ha dicho con verdad y con falacia, ha sido para restablecer en otros pue­blos los principios vitales. De tal suerte que aún en una contienda de tipo mundial, en cuyas ciudades y campos de batalla se proyecte la sombra de Caín, de Marte o de Mi­nerva, no basta para que sigan vigentes o latentes las leyes de la vida. Mientras se desarrolle el drama la realidad se compensa con la esperanza. El hombre siempre idealiza su propia desventura.
Es vano, como se ha hecho hasta el presente —dice Alexis Carrel1—, tratar de deducir las leyes de la vida de principios filosóficos o de ideologías políticas y sociales. Por ingeniosas que puedan ser semejantes construcciones del espíritu no dejan de ser concepciones fragmentarias de la actividad humana, pálidos fantasmas de la realidad. La filosofía —continúa— trata siempre de reunir el conjunto de conocimientos en armoniosa síntesis, de especular sobre el origen y la naturaleza de las cosas, y de edificar doctri­nas capaces de satisfacer las aspiraciones de nuestra alma. Pero esas doctrinas no son firmes ni inmutables. Es ver­dad que ningún sistema de ideas ha contado nunca con la adhesión de todos. Los principios considerados como eter­nos por unos no lo son para los demás. Las leyes de la vida deducidas de tales principios son suposiciones. Jamás ten­drán autoridad universal. Ningún sistema es bastante se­guro para servir de base indiscutible a nuestra conducta. Debemos inducir las leyes de la vida —finaliza— de la observación de la vida misma, lo mismo que hemos indu­cido las leyes de la química o la física de la observación del mundo inanimado. Ha llegado el momento de sustituir los principios filosóficos por los conceptos científicos. Las ideas derivadas de la observación o de la experiencia son de una solidez a toda prueba. La validez de un dato cien­tífico está sometida a una fiscalización mucho más severa que la validez de un principio filosófico. La observación del comportamiento de los hombres en todas las épocas y en todos los lugares ha mostrado que el ser humano no dege­nerado busca a la vez la libertad y la disciplina, la activi­dad y el reposo, la aventura y la seguridad. Este es un carácter inherente a su naturaleza: una ley. Solamente ob­servando la vida se pueden inducir con seguridad las leyes. Estas leyes no son otra cosa que los modos de ser elemen­tales, las tendencias esenciales, las necesidades primor­diales de los humanos en todas las épocas y en todos los países. Modos de ser, tendencias y necesidades que apare­cen no solamente en el individuo sino también en la so­ciedad y en la raza.
Consecuentemente, Carrel afirma que todo individuo sano desea vivir. que los seres humanos se ven irresisti­blemente impulsados a reproducirse. que se produce es­pontáneamente en cada individuo, a lo largo de su vida, un desarrollo progresivo de la conciencia. De estos tres órde­nes de fenómenos induce naturalmente tres leyes, que son inseparables, aunque distintas:

—LA LEY DE LA CONSERVACIÓN DE LA VIDA, — LA LEY DE LA PROPAGACIÓN DE LA ESPECIE y — LA LEY DE LA ASCENCIÓN DEL ESPIRITU.
Interesa fundamentalmente para nuestro estudio la LEY DE LA ASCENCIÓN ESPIRITUAL. Inducida de LA CONCIEN­CIA tiene su apoyo en la justicia que es el fundamento de la civilización universal.
2. LOS ANHELOS ESENCIALES DEL HOMBRE.
En 1960 se reunieron en la Universidad de Chicago más de medio centenar de hombres eminentes, entre ellos seis "Premio Nóbel", con el fin de estudiar la reducción de algunas tensiones mundiales existentes o inminentes. Los patrocinadores fueron la citada Universidad y la Fra­ternidad Mundial, que se conoce ahora como Consejo Sobre Tensiones Mundiales. No es del caso citar otros pormeno­res ni siquiera considerar su éxito o fracaso en su noble afán de disminuir las acechanzas promovidas por la "gue­rra fría". Si, en cambio, que el tema básico era determinar cómo disminuir las tensiones existentes y aconsejar una conducta emergente a los gobiernos de Oriente y Occidente. Nos interesa básicamente expresar que se estudió cómo repercutían en cada individuo dichas tensiones y cuáles eran sus anhelos menoscabados por la constante amenaza de nue­vos conflictos cuyas consecuencias, inexorablemente, afec­tarían a la comunidad mundial, perturbando en forma físi­ca y moral al hombre aislado y a la sociedad en general.
De tales estudios pudo deducirse que los principales anhelos del hombre son:
1º) Pugnar por el bienestar y la seguridad, "lo sufi­ciente" para su vida material y poder así elevarse espiritualmente.
2°) Experimentar la sensación de equidad y justicia conferidas humanamente, sin rigidez.
3°) Tener la certeza de que cada individuo va tras una meta definida y advertir que se le brindan opor­tunidades para realizarse.

4°) Buscar un sentido de participación y propósito. Ese sentimiento íntimo de que ejerce cierto do­minio sobre su propio destino y que puede influir de alguna manera en las decisiones básicas que lo afecten, tales como el manejo de los asuntos económicos, la seguridad personal y familiar, la libertad de pensamiento, la estabilidad de su ho­gar y la asistencia social (material, sanitaria, educacional, etc.).
Tales anhelos caben en la ley existencial de LA ascen­ción mental y espiritual y por lo tanto deben ser con­templados en la Constitución Nacional. El hombre anhela dar testimonio de su propia existencia dejando como tal un mensaje de orden político, científico o estético.
Estas necesidades básicas se tornan apremiantes en un mundo en el que no se sabe adonde se va pero sí que se va velozmente. La urgencia en alcanzar cada meta demues­tra que el cambio es el signo de la hora que vivimos. El deseo premioso de participar en las decisiones que afectan el propio destino emana de la convicción de que proseguirá la evolución vertiginosa y que, por lo tanto, los sucesos deben ser encaminados hacia el rumbo que más se avenga a nuestro criterio. La autoridad de los magistrados, ediles o empresarios, sea por su inepcia, por la burocracia o su actuar vacilante o bien por la indiferencia que manifes­taron hacia los gobernados, mueve a éstos a salir al encuen­tro de las decisiones para concretarlas. El egoísmo, la falta de solidaridad humana y sensibilidad social, ha hecho que la autoridad haya perdido prestigio, firmeza y eficacia por no haber sabido ser tal. No olvidemos tampoco que la doctrina que pugna por imponerse en el mundo señala como táctica acrecer las oposiciones y menoscabar la autoridad del gobierno, el foro, la escuela o el taller. Esto es fácil cuando los que la ejercen no se caracterizan por poseer el prestigio que brinda el más saber y el constante y eficiente pensar, crear y obrar. Sólo en el ámbito militar la auto­ridad mantiene su ascendiente y prístino prestigio, porque se ha basado y se basa en la justicia, presupuesto inexcu­sable para que tengan lugar la disciplina requerida para el ejercicio del mando y la obediencia.




Alexia Carrol: "La conducta en la vida".

Bibliuografia: EMILIO BOLON VARELA- GRAL DE BRIGADA (RE)

Compilador: Salvador Rametta

1 comentario:

  1. Alexia Carrol: "La conducta en la vida".

    Bibliuografia: EMILIO BOLON VARELA- GRAL DE BRIGADA (RE)

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